En el 2013 por una pregunta/ propuesta de mi pareja me cayó la ficha de que SI quería ser mama. A mis 35 años. 4 años después llegó el primer y ùnico test de embarazo positivo de mi vida. Creo que me hice 25 por lo menos… toda una vida dedicada a la anticoncepción con mucha eficiencia.
Cómo hice para Confiar en Mi Fertilidad? La verdad empecé desde la ignorancia, desde la desconfianza.
Te cuento un poco de mi historia….
Comencé la búsqueda de un hijo con mi pareja cuando tenía 35 años y luego de más de 15 de tomar anticonceptivos orales. A los 4 meses tenía períodos irregulares y me auto decreté internamente con “problemas para concebir”. Recurrí a mi lugar conocido, la medicina alopática, la del médico de guardapolvo sentado en un lado del escritorio con matrícula habilitante y recetario en mano. Pedí referencias y recomendaciones y nos encausamos al centro de “fertilidad”. Allí me indicaron todos los estudios que teníamos que hacer para evaluar nuestra fertilidad, pero ya con un previo diagnostico mío de “SOP” -síndrome de ovario poliquístico – hereditario.
Un hito y la segunda médica de reproducción asistida que consulté me hicieron un click interior que agradezco infinitamente: Luego de tres meses de tratamiento solo hormonal y relaciones sexuales pautadas fallidas, me propuso de un día para el otro “hacer la inseminación”. La inseminación artificial (¿qué feo suena, no?)
Consiste en preparar hormonalmente a la mujer una vez que está por ovular, procurar la ovulación con una inyección y extraer del hombre una muestra de esperma que se inyecta en la vagina de la mujer en un consultorio esperando que se ayude así a producir la fecundación del ovulo por un espermatozoide, dentro de la trompa uterina de la mujer.
En esa consulta médica estaba yo sola con la doctora, mi pareja de viaje. Me dio un mundo de datos en dos minutos y me dijo que lo hablara con él para tomar la decisión. No retuve casi nada y no sabía qué hacer ni qué pensar. Pero como tenía que decidir ese día, le pedí que ella me recomendara y los pasos eran: hoy tener relaciones sexuales, mañana inyección en la panza, pasado muestra de semen, al laboratorio, y yo 2 litros de líquido y al consultorio a inseminar con la muestra “centrifugada”.
En ese momento era tal mi nivel de ansiedad que no atiné a más que a decirle a la Doc.: “yo no puedo decidir si lo hago o no, no sé si sirve o no, decime vos, y mi marido menos, solo tendrá la información que yo le de”. Llegó el a la noche, cansado le planteé todo muy ansiosa, él no tenía muchas ganas de hacer todo lo que me habían recetado pero me acompañó, imaginen esa noche el deseo y la libido por donde la teníamos… por las catacumbas… yo no pude dormir las 2 siguientes noches, y bueno hicimos todo como una tarea de colegio. Pero el procedimiento que era muy rápido en teoría dentro del consultorio no lo fue tanto y la doctora me dijo ahí mismo que había algo obstruyendo en mi cuello uterino. Y en ese mismo acto donde estábamos generando la posibilidad de una concepción me explicó el estudio/intervención que tenía que hacerme si no funcionaba. Ahí ya me chocó, pensé que no tenía sentido que me estuviera diciendo eso en ese momento cuando por ahí me embarazaba, ¿por qué no esperar?
Y la espera fue larga y amarga, tal cual lo dicen todos los blogs en los que una se mete para encontrar gente con las mismas inquietudes. Luego de la inseminación se espera por dos semanas y se hace un análisis de sangre, salvo que antes aparezca la menstruación. A este tiempo se le denomina la famosa “beta espera” que te da una ansiedad que mamita querida.
Pero nosotros no llegamos al análisis de sangre, un día antes de ir a la doctora después de las dos semanas llegó la tan temida “menstruación”.
En este sinuoso pero rico proceso aprendí que realmente las palabras con las que nombramos cada suceso ya lo está condicionando. No es lo mismo decir “estoy indispuesta” a decir “estoy con mi luna”, como lo dice la ginecología natural. Estar in dispuesta es NO estar dispuesta. Estar con mi luna, primero indica que me apropio del proceso y luego que es un hecho de la naturaleza, y de la naturaleza femenina, ya que la Luna es el astro arquetipo de lo femenino.
No es lo mismo decir “soy estéril” a decir “estoy en un proceso de preconcepción”
A veces nos tiramos muy abajo las mujeres y esto nos juega en contra. Pero nunca es tarde para desandar ese camino y construir uno nuevo, donde nos amiguemos con nuestra naturaleza y nuestros procesos internos.
Retomando mi historia, el día “D” fue el día en que volvimos a la doctora después del tratamiento “fracasado”. Ella nos explicó de nuevo el estudio en quirófano que me quería hacer, por pedido mío ya que no recordaba nada de todo lo que me había explicado en el mismo momento de hacer la inseminación. También, apurada como antes me dijo “ya te doy turno para este viernes, hace estos estudios A, B. C mañana y venís al quirófano el viernes”. Mi cara fue tan expresiva que ella misma me consultó si no estaba queriendo hacerlo.
Y me sinceré conmigo y le dije que NO, que no tenía ganas. La verdad tampoco habría querido hacer la inseminación ni todos sus pasos pero no me había atrevido ni siquiera a pensarlo. Hoy entiendo que cuando las mujeres nos metemos en esa vorágine de los tratamientos necesarios para que llegue un hijo muchas veces dejamos de preguntarnos por nuestro deseo, por nuestras ganas porque consideramos que tenemos que hacer todo el sacrificio posible para ser mamás.
Entonces recuerdo cómo salimos del consultorio y algo se me hizo más liviano en el cuerpo, y le explique a compañero qué me pasaba y el me entendió. Y ese día fue el primer día del gran nuevo camino que cambio mi vida y que quiero compartir, para que todas las personas, parejas, pero sobre todo mujeres que deseen y puedan tomen de esta experiencia lo que les sirva para alcanzar su mayor deseo.
Si querés saber más de mi historia, te invito a escuchar mi Podcast:
En Youtube: https://youtube.com/playlist?list=PLqO-aUrv5_R2gtzl-fx0fLMYRHTTAMyRY
En Spotify: https://open.spotify.com/show/234Rfkbw5hLfHYwOYNaJ56